martes, 17 de abril de 2007

La Bruja de Portocabello


Antes de que se realizaran las elecciones presidenciales del año 2006, buena parte de la población venezolana ya se encontraba agotada del tan prolongado mandato del presidente Chávez. Tanto así, que Carmen Soto, una ama de casa algo desesperada, no podía esperar hasta el día siguiente de los comicios para conocer el resultado.
Carmen se dirigió entonces, por recomendación de su vecina, Romana, a una consulta con la Bruja de Portocabello. Según ella, los trabajos que la había realizado funcionaron a la perfección y su exactitud para predecir el futuro era única por estos lares.
Al llegar al lugar, la susodicha vidente, oriunda de la población de Portocabello, muy cercana a Puerto Cabello, no permitió que Carmen se presentara. Seguidamente, adivinó su nombre, su procedencia y el motivo de su visita.
Esto impresionó a Soto, quien dejaba sus dudas a un lado al ver tanto atino por parte de la bruja. Inmediatamente tomó su bola de cristal, la limpió con una manga de su bata y esperó a que se aclarara y divisara lo que sería el resultado de los comicios.
No apareció nada. La bruja se excusó con Carmen y seleccionó otro medio, según ella más efectivo. Eran las cartas del tarot.
Instó a la consultante a partir el mazo a la mitad, pusiera sus manos en cada una de las mitades y pensara en la persona involucrada en la predicción. Así lo hizo y la médium comenzó a percibir sensaciones e imágenes del futuro cercano.
“Veo a Chávez”, decía la adivina. “Ah, lo ves entregándole el poder a Rosales, ¿verdad?”, replicaba esperanzada Carmen. “Aún falta”, respondió la nativa de Portocabello, a lo que Soto creyó se refería a que la visión no estaba completa.
Lamentablemente, el vaticinio no era el esperado por la ama de casa. La bruja le aseguró que el presidente repetiría por tercera vez consecutiva su mandato y que, a pesar de los tantos rumores de fraude, la población venezolana se quedaría de brazos cruzados.
Esto fue para Carmen como un golpe directo al hígado. Sus deseos de ver fuera de Miraflores al “tirano”, como ella lo apodaba, se esfumaban con la misma rapidez con la que ella le lanzaría un derechazo en la quijada.
Al saber la noticia, se levantó de su silla e interrumpió la sesión. No quiso saber más nada y hasta el furor de asistir a votar decayó de sopetón. Dejó el dinero en la mesa, por el servicio, y se dirigió a la salida.
En eso, la bruja la detuvo y emitió un mensaje que resucitó las ilusiones de la opositora: “Chávez no perderá, porque así lo dicen las cartas y ellas no mienten. Sin embargo, los altos índices de corrupción y la impunidad reinante en la nación, harán del 2007 el escenario de su salida. Los militares se alzarán y la revolución caerá”.
Aún con esto, Carmen fue a votar. A sabiendas de su derrota, la casilla inferior-derecha, de Manuel Rosales, fue su elección.
Pero sus esperanzas cada vez crecen más, sobre todo si se toma en cuenta casos como el cierre de RCTV, los altos niveles de corrupción y las excentricidades rojitas del mandatario.
Ya veremos si los presagios de la Bruja de Portocabello son reales o no.

viernes, 13 de abril de 2007

Te sentí


Siempre quise estar contigo, aunque me era difícil decírtelo a la cara. Ya llevábamos tres años juntos, pero no “revueltos”, como dirían por ahí. Y allí estaba el problema.
Me sentía una persona lo suficientemente madura para llegara intimar contigo. No sé si sentías lo mismo, yo creo que sí. Pero nuestro temor a arruinar la relación fue mayor. No pudimos abrir la boca.
Ese día que estábamos en mi casa, me moría de ganas de proponértelo. Y es que toda la situación se prestó para que consumáramos nuestro acto: la casa sola, mi cuarto, tú y yo solos. ¿Qué más podía pedir?
Allí estabas, en mi cama. Mientras veías televisión, yo preparaba unos aperitivos. Al llegar, no pude contenerme. Dejé a un lado los platos y refrescos y me acosté a tu lado.
De inmediato me di de cuenta que tu prioridad no era “hacerlo”. Aún así me quedé y abracé. ¿Hacía cuánto que nuestros cuerpos no se fundían en profundo abrazo? No sé tú, pero no quería que terminara.
Tu calor, tu aroma, tu cuerpo y el mío hecho uno solo. Mis fuertes pasiones se nivelaron y creo que, por primera vez, te sentí. Sentí tu amor, tu deseo, tus ganas. Nos “amapuchamos”, pues.
Y todo sin que tuviéramos sexo. Porque era sencillamente eso lo que tenía en mente, hasta ese día. No sabía diferenciar entre amor y revolcón.
Esa tarde no hizo falta el sexo, porque con un abrazo te sentí.

martes, 10 de abril de 2007

Para ti...


Cuando me brindaste tu amistad supe de inmediato que teníamos algo. Era una conexión poco común como para dejarla pasar por alto. Nos convertimos, casi, en una sola persona. Teníamos los mismos intereses, las mismas aventuras, tomábamos los mismos riesgos.
Al tiempo, caminar tomados de manos significaba una gran emoción para nosotros. Así retábamos a la sociedad, haciéndola confundir con la duda de si éramos pareja o no. Disfrutábamos en pleno de esa práctica.
Y es que así eras tú y yo me adapté a esa condición. Ya sabía que no eras del tipo de persona que busca una relación estable. Tu filosofía de “vivir la vida a plenitud” no concordaba con la mía. Pero yo sí buscaba una estabilidad contigo.
Me equivoqué y me estrellé de frente contra la pared. No supe diferenciar entre lo que sentías por mí y tu “modo de vida”.
Se puede decir que me cansé de esa rutina de ambos. Tal vez olvidé lo que tanto exclamabas a los cuatro vientos, ese mismo discurso sobre libertad. Comencé a creer que tendríamos un futuro juntos, que esa “agarradera” de manos por fin iba a tener un sentido más estricto. Ya sé que no fue así.
Mis incesantes mensajes de texto, mis llamadas y nuestros encuentros fueron en vano. Nada te podía hacer cambiar de opinión. O mejor dicho, nada lo hará.
Aún y cuando nuestro círculo social nos convirtió en novios, tú te encargabas de tirar por el piso todos esos rumores al pasear con personas de la misma manera tan confianzuda como lo hacías conmigo: tomados de mano.
Allí me comenzó mi debacle, mi ruina, mi verdad. Tan pronto como pudiste me reemplazaste. Me fui quedando a un lado cuando tu nueva pareja se convirtió en protagonista.
Sin embargo, no guardo rencor hacia ti. Créelo o no, me enseñaste a ser una persona más cuidadosa con mis amistades. A no confiar a menos que existan méritos. A pesar de ese daño que me hiciste, te considero de alta estima.
Sólo deseo que algún día te des cuenta del dolor que ocasionas al entregar esa tan preciada confianza como si no fuera nada.

martes, 3 de abril de 2007

Pubertos en la mira


Tal parece que con este escándalo de pornografía infantil, las autoridades despertaron y comenzaron las acciones para entrar de nuevo en esa batalla que desde hace tiempo tenían perdida.
No sé si fue que revivió ese espíritu de proteger el bienestar de la sociedad o será la vergüenza que pasaron cuando estalló esta situación, pero hoy en día, los controles para evitar conjugar en una misma oración las palabras pornografía y niños, se han vuelto efectivos.
Claro, no algo como para alivianar la carga de tensión que tienen, en estos momentos, tanto padres como dueños de cybers, pero antes era peor.
Llego a este tema, tan debatido en la actualidad, porque desde que tengo uso de memoria y desde que era un puberto yo hacía y deshacía en páginas de contenido único para adultos… hasta hoy.
¿Por qué hasta hoy? Porque fui victima de una de las acciones emprendidas para acabar con la situación. No, no me detuvieron con una menor en un motel ni nada de eso; simplemente no pude ingresar a una página web porque un filtro no me lo permitió.
Desde que salieron con esa idea de colocar filtros en las máquinas que iban a prohibir el acceso a las porno, yo tuve mis dudas. No concebía que un simple programita fuese a tener peso en esta lucha. Pero lo tiene.
Créanlo o no, mi objetivo era conseguir imágenes para mi blog, específicamente para mi artículo “U.E. Ron Jeremy”, aquí mismo publicado. Y por supuesto, quise colocar una imagen de la despampanante pornstar Jenna Jameson. Sorpresa para mí cuando la máquina cerraba, por sí sola, la página.
Al principio supuse que era la computadora, ustedes conocen la fama y calidad de estos aparatos en alquiler, pero después de varios intentos desistí en mi afán por conseguir las tan apreciadas imágenes. No podía ingresar por ningún medio.
Ojalá que esta misma situación les suceda a esos menores que se la dan de “caballos” y tienen complejo de Eon Mc Kai. Sí, suena hipócrita que después de haber pasado media vida en sitios como estos, ahora salga con esta ridiculez. Pero recuerden, hijos míos, que en Internet no hay ni fotos ni videos pornos, cuyo protagonista sea yo. Mis tiempos eran inocentes, si es que esa calificación cabe aquí.

Sin embargo, no creo que prohibir el ingreso a “páginas de contenido para adultos”, como las denominan oficialmente, sea la solución. Solamente me imagino la curiosidad y desespero que le dará a un menor de estos que le prohíban entrar a un pornosite. Contra toda fuerza o corriente va a intentar entrar, y lo va a lograr.
Mejor orientemos, guiemos y aconsejemos (se me salió el espíritu paterno) a estos muchachos que sólo se dejan llevar por instintos que todos tuvimos y sentimos alguna vez. No hay que culparlos por querer aprovechar al máximo estos instantes de placer. Yo lo hice, pero los valores que me inculcaron en mi casa fueron demasiado. Tenía una comprensión envidiable del bien y el mal, cosa que no tienen estos chamines.
El tiempo nos dirá a dónde va a parar esta situación. Por lo pronto, seguiremos dejándonos instruir por estos filtros informáticos, que buscan regular el tan famoso, visitado, lucrativo, sabroso, envidiado e incomprendido mundo del porno.
Veamos si lo logra.

Religión Simpsoniana


Mientras los comerciales se apoderaban de la programación del canal por suscripción, Fox, aparecía frente a mis ojos la promoción de la nueva temporada de la mejor serie animada de todos los tiempos: Los Simpson.
En ella, se hacía alarde de la gran cantidad de seguidores del show (me incluyo y me anoto de primero), que lo hacen alcanzar, hoy día, a su 19º temporada. Sin embargo, no se nos trata de “fanáticos”, sino de “fieles”.
Fieles a tal punto de seguir el programa a toda costa, inclusive de dejarnos seducir por la loca idea de convertir esta pasión en culto. Y es que ese es el mensaje de la cuña: crear una religión donde los venerados sean los habitantes de Springfield.
¿Les suena descabellado? A mí no. Sobre todo por el abundante conocimiento y sabiduría que aprovecho de sus capítulos (créanlo o no). Incluso, me atrevería a hacer un símil con nuestros compañeros evangélicos y su tan particular vida. Por supuesto, sin ofender.
Tal y como lo leí en urbe (529) “es impresionante el fundamentalismo evangélico, pues los creyentes siguen al pie de la letra lo que dice la Biblia, se la saben casi de memoria y asocian sus vivencias a lo que el texto dice”. Y aquí viene la comparación: ¿Existe o no gente así?
Un rotundo sí a esa pregunta. Los que me conocen saben que soy uno de ellos. Los Simpson se convirtieron para mí en una fuente de experiencias y sapiencia, a tal punto que no me apena hacer ejercicio de los conocimientos allí aprendidos. Casi parecido a los adeptos a esta religión.
No soy un blasfemo, pero es seguro que con un culto como este el incremento en los templos sería descomunal.
Dejémonos atrapar por Los Simpson y aprendamos de la promoción de la nueva temporada: “Somos tantos. Tantos, que más que fanáticos, somos fieles”.